Hola Divernianos, por aquí os dejamos otra escena de un relato que estámos escribiendo para intentar calentaros. Esperamos que os guste y que os empapeis de sensualidad y morbo en estado puro. ¿A quién no le gusta que le hagan esto?

Ella recorría cada centímetro de mi cuerpo con su mirada lasciva. Tumbada sobre la cama y totalmente desnuda nos deleitaba a la vista todo cuanto podía ofrecernos. Sus pechos, duros y redondos, se erguían ante mí incitándome a su degustación sin reparo alguno.

Rocío es una bella mujer. Con ella y su marido Juan puedes pasarte horas charlando sin que apenas tengas tiempo de aburrirte. En la cama, es puro fuego y sensualidad en movimiento.

Sin más dilación, acerco mis labios a su cuello dejando notar mi respiración excitada en su oído. No tardo en notar como un escalofrío de placer recorre su cuerpo. Lo agradece, no hay duda. Beso su cuello lentamente y bajo hasta llegar a sus pechos. Rocío se estremece y gime de placer. Sus gemidos son pura magia para mí, pura inspiración para mi trabajo. La erección de mi pene no tarda en hacerse visible, pero yo, prosigo con mi labor. Paseo la punta de mi lengua sobre la areola de sus pezones haciendo círculos a su alrededor. Los muerdo de vez en cuando y los succiono hasta obtener mi premio, sus increíbles gemidos.

Repentinamente siento como la mano de mi esposa Amaya agarra mi pene erecto. Ella es así, entra en juego cuando quiere y como quiere. Siempre ofreciéndome gratas sorpresas. Lo aprieta y masajea bombeando lentamente de arriba abajo. Me acomodo ofreciéndosela en todo su esplendor, es toda para tí cariño, pienso mientras ella me mira con complicidad. Y sin dudarlo un instante, se la intruce en su boca. Dios, que gran placer me provoca. Como sabe lo que quiero y como lo quiero.

Me succiona con dedicación al tiempo que masajea delicadamente mis endurecidos testículos y yo me quiero más, siento morir… Pero de placer.

Juan está al fondo de la habitación y nos observa al tiempo que se masturba. Con control, pensando en unirse al juego, pero sin prisa, aún no, aún quiere disfrutar un poco más de tan sugerentes vistas. Él y su esposa Rocío se miran. No cabe duda de que disfrutan mirándose y descubriendo el placer en sus miradas. Ellos son una pareja que desprende amor. Se quieren y no dudan en demostrarlo.

Mi esposa saca mi pene de su boca y sin dudarlo, lo introduce en la vagina de Rocío. Otra vez, más placer, más lujuria, ufff. Su vagina cede para recibirlo y yo quemo de impaciencia. Ella lo arropa y acomoda como si estuviera hecha para ello. Entre sus espasmos comienza mi baile. Me muevo sinuosamente de delante hacia atrás marcando pequeños círculos y alterando el ritmo de vez en cuando. ¿Quién dijo que no se bailar? Se vuelve loca, gime, jadea y yo al verla… Me vuelvo loco también.

Amaya satisfecha con mi placer, me besa con pasión y me demuestra así lo mucho que me ama. Me acaricia el pecho y me mira, con deseo, con lujuria, y yo… ¡Joder! Me vuelvo cada vez más salvaje y aumento mis arremetidas.

Juan decide entrar en nuestro juego. Acaricia con delicadeza el trasero de mi mujer mientras esta prosigue con sus besos. Yo la beso y continúo incansable y caballeroso con mi bombeo. Juan introduce sus dedos en la vagina de Amaya y los mueve consiguiendo arrancarle un sonoro alarido de placer. Cómo disfruta mi chica, cuanto me gusta verla así.

Amaya se agacha y le facilita el acceso a su pecado. Él, de una estocada certera la penetra en el acto. Ella grita de placer ante las acometidas de Juan.

Yo me inclino hacia delante sin cesar en mis movimientos y busco con esmero la boca de mi esposa. Ambos nos besamos con pasión, siempre ha sido así, sus besos, mis besos, siempre cargados de pasión. Yo ingiero sus gemidos y ella hace lo propio con los míos. Después…
¿La continuamos nosotros chicos?